lunes, 18 de mayo de 2009

Una tarde en Pedro Juan+ Police Ambiental (Por Naty)

Las necesidades comunicacionales que de vez en cuando aparecen, nos obligan a separarnos de nuestro hogar CerroCoralino en busca de una ciudad con internet y comida. 40 km nos separan de Pedro Juan Caballero. Los pasos se transforman en kilometros y varios pasos avanzamos hasta que el dedo mágico hace que una de esas tantas camionetas frene.

Fronteriza de Brasil, nos espera una ciudad famosa por su abundancia en delicias verdes, ajustes de cuenta en la calle y autos muy lujosos (y un poco temibles también). El real se hace realidad acá. Portando esta pinta de turistas, mejor abocarnos a nuestros asuntos inmediatos, varias horas de internet nos alejan por momentos del lugar. Un argentino/pedrojuanino que está sentado en una computadora nos invita gustoso a cenar en su casa algún día.Vasta hospitalidad la de la gente de estas tierras. Algunas rabias por la precariedad cibernetica terminan con nuestro corto paseo pedrojuanino, solo nos queda buscar un poco de mermelada de guayaba y otros folklores comestibles de los que hicimos vicio.

Ruta, llovizna, dedo, gente. Regateada en el bus de regreso, veloz llegada y ahi está Chris, con ramas bajo el brazo y rodeado de policías, nuestros nuevos compañeros de casa.

Bolsas de arpillera cargadas de provisiones, bolsos, ruidos, hombres, escopetas en las camas, cervezas en el refrigerador portátil. El grupo especial de policías ambientales llegan al parque nacional con expectativas de quedarse un mes investigando el tráfico de madera en los alrededores. Se muestran amables y simpáticos mientras te hablan jugando con sus armas. Abundan los partidos de truco, las frituras (ricas frituras), cervezas, apuestas, risotas.

En principio, tomamos una posición de voiyeur, aunque igual de amables que ellos por supuesto, supongo que nos sentimos algo incómodos, por acarrear algunos de esos prejuicios que lastimosamente se llevan encima.

La mañana nos despierta con una hermosa lluvia, deseada hace meses, los árboles se respiran revigorizados, los animales los imagino en una fiesta bajo el agua. Por fin agua. Que alegría presenciar este momento tan anhelado por los seres vivos que la valoran. No podemos hacer menos que disfrutar de este día leyendonos unas páginas de Castaneda, charlando, trabajando con las compus, alguna siesta, pelis, relax necesario. El día entero en un cuarto como hace tiempo no estamos, de vez en cuando vemos a nuestros compas de casa jugar largas partidas de truco.

Sábado. Evaluamos opciones para seguir ruta próximamente. Antes, aprovechando la estadía, programamos caminatas cámara en mano hacia la parte histórica del parque donde hay mucho material que recopilar. Caminos de tierra roja con simpáticas huellas de animales que no vemos, pero están. A lo lejos se ven hileras de bustos, los reconocidos son recordados. Un umbral imaginario pero tangible se siente al llegar a esa parte del río Aquidabán. Caminando en bajada, un puentecito de madera nos acerca a la simbólica tumba. La ironía del lugar se refleja en la vida que hoy crece sobre un pasado cargado de muerte. Tantos caminos vivimos para llegar hasta acá, tantas historias nos cargamos por investigar al Mariscal.

Quizás cientos de lugares por los que uno camina a diario son parte de la historia que se ignora por la cotidianeidad, pero lo cierto es que hay que reconocer que este lugar tiene algo especial que no se muy bien como describir.

Mariposas en el aire (y moscas de las que pican también), saltamontes delante de las pisadas, sonidos de izquierda a derecha, perfumes silvestres en la nariz demuestran que el lugar está vivo. Caminar en silencio es sentir la vida alrededor. Avanzamos unos kilometros hasta llegar a la parte ancha del Aquidabán, donde abundan peces grandes y cuidados de la pesca. Imposibles de ver esta vez por lo terrosa que queda el agua después de una lluvia. Mojamos las patas (Chris, el hombre-pezzzzz claro que se dio un chapuzón) y emprendemos la vuelta.

La suerte nos sigue una vez más cuando tres platos de comida listos nos regalan los polis de las sobras de su almuerzo. Delicia que se merece una posteriori siesta se interrumpe cuando la camioneta de la comitiva se va x provisiones. En la parte de atrás de la 4x4 nos subimos prontos a encontrar alguna espirituosidad para pasar la tarde/noche. La singular relación con el personal policial quedo de alguna manera vinculada por medio de agraciadas bebidas como bossa bloody(acabo de inventar el nombre pero es basicamente cachaca con salsa picante, limón y sal), birras, vino con gaseosa de piña y sabrosa cena a cargo del cocinero de las fuerzas especiales, Chris y yo.

Encontramos en ellos, al igual que en todos los paraguayos, hospitalidad, buena predisposición y ganas de compartir más allá de cualquier diferencia ideológica. Como regalito especial , esta fotico es para Mingo, para cerrar lo que estaba contando jaja.






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