Por primera vez en mi vida he sentido la discriminación indiscriminada. Bolivia se desangra. Odia a todos. Nos odia. Se odia. Pienso que es el fruto de quinientos años de odio. Acá odian a los paraguayos por la guerra del Chaco, a los Chile por la salida al mar. A los peruanos porque los consideran ladrones y a los argentinos por considerarlos soberbios. Se odian entre ellos porque el occidente tiene riquezas que el oriente les quiere quitar y el oriente porque lucho en esa petrolera guerra del chaco por un oriente que ahora no quiere compartir. Se odian y contradicen entre ellos y dentro de ellos.
Los valores parecen perdidos o difusos. Es tan contradictorio ver a las cholas respetando sus tradiciones mientras llevan ofrendas a la virgen.
Sin embargo, como todos merecemos oportunidades, Rómulo nos abre las puertas de su casa, de su familia, de su vida, y nos ofrece una posibilidad de pensar que no todo esta perdido en estas tierras entristecidas. Delfina su mamá, que poco habla en español decide compartir el atardecer con nosotros, y por primera vez sentimos que nos acercamos a Bolivia. Esta tierra hermosa que fue devastada con la morbosidad de Cruela De Vil, es difícil pero un poco se abrió. Encontramos en
Desprecia a los turistas descendientes de sus genocidas, pero lo acepta porque siente que necesita sus dólares para vivir, y entonces el boliviano se odia a si mismo y se desprecia, esta derrotado y enceguecido, encuentra que sus ojos se obnubilan y dejan de ver lo que venimos a ver los turistas, tierras que superan la hermosura, misterios que despiertan inquietudes, pero para algún europeo sigue siendo solo un lago.
Entonces al vivir estas contradicciones el fastidio se convierte en empatía, la de saber que como todos, se reconocen imperfectos pero todavía luchan pacíficamente por reencontrarse y reconciliarse con su alma. Y Bolivia nos regala a Delfina, a Rómulo, una cena casera y también Adrián, un joven canadiense con el cual compartimos una profunda charla que por más interesante, tuvo que ceder la atención al imponente escenario del que formábamos parte.
Varias horas de caminata dividen la comunidad del norte con la del sur, también varios peajes que una vez mas reflejan las divisiones internas del país. Nos costó comprender como es que en la misma isla conviven comunidades que no logran unificarse. Y mas sorprendente fue ver las reales y abismales diferencias entre una comunidad y otra, separadas por tan solo ocho Km. de distancia. Mientras que en la parte sur aprendimos el concepto de mafia comunitaria, donde todo parece tener un precio, uno que es mas elevado cuanto mas claro es el color de la piel del que lleva la billetera, en el norte por el contrario, aprendimos el concepto de conciencia comunitaria, donde el valor de las cosas las dicta el corazón y lo que haya en el bolsillo. Alfonso nos explica que en una comunidad todos somos hermanos y nos ayudamos, y por tal razón decide no ponerle precio a su ayuda, y nos ofrece con mucha humildad un refugio, mas calido que cualquier otro en el que hayamos estado, acompañado de unos reconfortantes tes de manzanilla recién sacadito de la planta.
Alfonso entendió, que es más importante juntar personas que juntar dólares. Como un brujo blanco convierte el lobby de su refugio donde debería haber paredes hay cielo, donde debería haber sillones, hay troncos, donde habría un televisor, hay una fogata. Donde hay individualidad, el la convierte en comunidad. Sin volver a aparecer, espontáneamente en ese fogón nos juntamos todos los ocasionales habitantes de su refugio. Nos acostamos temprano, un nuevo día nos espera para volver a atravesar la isla de regreso. La caminata se reduce a la mitad, no por ir más rápido, solamente porque un pastor nos mostró su camino alternativo. Sándwich de huevo de desayuno y el intento de volver al continente. Tal vez lo que en el norte nos hizo sentir más personas que mercancías, logramos la simpatía de un aldeano que nos alerto de la estafa que estábamos a punto de sufrir. Nos explico que el viaje de regreso a Copacabana costaba la mitad de lo que pretendían cobrarnos, porque de esta manera la embarcación cobra su pasaje habitual y la misma cantidad se la lleva la mafia comunitaria del sur.
Intentando resistir la treta, nos acomodamos a la espera. Una playa de
La isla nos deja muchas enseñanzas, vimos como conviven dos culturas antagónicas. Un sur corrompido y desalmado que valora su progreso en función a la acumulación de moneda. Un norte comunitario y solidario, que valora su progreso en función de mantener sus valores no materiales, sino morales.
Copacabana nos recibe calidamente, la ultima noche en el lago, imponente, místico, especial, decidimos compartirla con el argentino que hace cinco años esta instalado con su bar, y que para siempre llevara tatuado en su brazo su tierra natal y su tierra adoptiva. Con placentera nostalgia empezamos a despedirnos, con una exquisita conversación, en un cuarto muy pequeño que nos brindaba la posibilidad no solo de escucharnos sino también de mirarnos a los ojos para escucharnos el alma.
Nos levantamos temprano, como siempre, y hacemos el último desayuno en lo de nuestra ya conocida Rosa, que nos recibe con ricas infusiones y viciosos buñuelitos. Este reducto, tan lejos de ser turístico, solo los lugareños asisten. Y nosotros, que de a poco dejamos de ser turistas para convertirnos en nómadas, logrando pertenecer a cada lugar en el que estamos. Cerca del mediodía, emprendemos el viaje a nuestro obligado desstino:
Supero las expectativas cuando pudimos escapar de las comidas callejeras para deleitarnos con nuestras propias creaciones en la cocina del lugar. Risoto de vegetales, guacamole. Habitación 25 atestada de grafittis que demuestran que acá podemos expresarnos y que la gente que aquí llega quiere hacerlo.
abrazos herman@s
ResponderEliminarsigan escribiendo!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
hoy me actualicé de su viaje y en pocos minutos hice miles de kilometros (o viceversa, da igual). mientras leía mne venía a la mente esa cuestión empírica del viaje, no hace falta hacer mucho una charla, un atardecer pa' saber la historia de cada lugar, no con sus detalles pero quizá (ojalá) en su esencia... pesnaba eso y llegó su frase "Y nosotros, que de a poco dejamos de ser turistas para convertirnos en nómadas, logrando pertenecer a cada lugar en el que estamos."
ResponderEliminarme encantó saberlos así, ya saben, soy paloma, les hablo de corazón.
les dejo un gran abrazo